Empatía hacia los animales, cuestiones éticas y Jane Goodall

Sentimos mucha más compasión por nuestras mascotas, que tienen nombre, emociones y personalidad, que por los animales que comemos; aunque antes todos convivían en granjas familiares y recibían el mismo trato. ¿Cuándo nuestra capacidad para sentir empatía se ha polarizado? ¿Y cómo se ha creado este abismo? En honor a Jane Goodall que pronto cumplirá noventa años, y a su misión, quise abrir este debate ético.

Texto: Kathelijne Bonne. Edición española: Silvia Zuleta Romano.

Debe ser la masificación de prácticamente todo que ha causado este abismo: Todo se ha globalizado y descontrolado a gran escala, bajo el pretexto de una economía que debe crecer. Por otra parte, la trazabilidad y la transparencia se han vuelto borrosas.

Lo mismo ocurre en todas las ramas de la industria que tienen que ver con los animales. Desde el pez hasta el pollo, desde el cerdo hasta el chimpancé.

Hoy, millones de animales de granja, que, igual que las mascotas son seres sensibles, viven vidas degradantes en fábricas ganaderas, convenientemente fuera de nuestra vista, como si fueran prisioneros en campos de concentración. Se mantienen en la menor superficie posible, donde se crían hasta alcanzar la edad de sacrificio lo más rápidamente posible, alimentadas con cereales procedentes de países en desarrollo poco respetuosos con la naturaleza, con normas laxas y trabajadores mal pagados. Como la idea de este sistema industrial se ha considerado "normal" durante mucho tiempo, se ha roto la conexión que antes existía entre nuestra compasión y el sufrimiento animal.

Debido a esto, no sólo cerramos los ojos ante el dolor, sino que también hemos permitido que el alucinante número de animales de granja aumente hasta el punto de que su mera existencia destruya el medio ambiente y afecte al clima.

Intrínsicamente cruel

Este tipo de ganadería es intrínsecamente cruel, argumenta Jane Goodall en su reciente ensayo sobre las granjas industriales, en coautoría con el ético belga Koen Margodt. Todos saldremos beneficiados si se pone fin a las macrogranjas; humano, animal, y medio ambiente. Porque si permitimos todo este sufrimiento, ¿no nos transformamos en seres privados de cualquier compasión y sabiduría?

¿Y no habíamos autoproclamado a nuestra especie como "Homo sapiens"?

Además de que no pueden tener un comportamiento normal y al estar encerrados en jaulas, los animales de las fábricas sufren otras formas de maltrato y crueldad. Hay mucha información al respecto en Internet, y hay fotógrafos y periodistas que lo registran. He decidido no reproducir los detalles de esas atrocidades.

Toda la industria moderna de la carne y el pescado, que ha hecho que el consumidor de a pie se desconecte del origen de sus alimentos, simboliza la degradación de nuestra propia humanidad, en la que las personas son tratadas como bestias, y las bestias como objetos.

Su impacto medioambiental ya no es un secreto y, afortunadamente, cada vez son más las personas y organizaciones que denuncian el precio ético de la ganadería industrial, como el Instituto Jane Goodall y la propia Jane.

Hasta que me muera

Jane Goodall, una de las pocas personas en el mundo con el título de Dama y Doctora, cumplirá 90 años el 3 de abril de 2024, lo que se cubrirá ampliamente en los medios de comunicación. Hace mucho tiempo, respondió en un programa de televisión a la pregunta: ¿hasta cuándo va a preocuparse por los chimpancés (y su destino)? Hasta que me muera, dijo entonces. Ahora, décadas después, sigue tan activa como siempre, y cada vez son más las personas que recorren el camino que ella abrió. No hablaré de su persona (puedes leer sobre el momento en que la conocí en 2022), sino de su misión: un mundo en el que los animales, las personas y la naturaleza convivan en armonía. Comer menos carne es también una de las cosas más fáciles que podemos hacer para reducir nuestro impacto tanto en el planeta como en el sufrimiento animal. Según Jane esto es posible recurriendo a nuestras reservas interiores de compasión en cada elección que hacemos.

Tres corazones

Además de los animales de compañía, que tienen nombre y personalidad, y los animales de fábrica, que son eslabones anónimos de una cinta transportadora, hay un tercer grupo de animales sobre los que pensamos diferente: los animales salvajes carismáticos que conocemos por los documentales. Unos son muy monos, otros, formidables o extraños, como los pangolines, las ballenas o los perezosos. Todos tienen algo que los hace atractivos para el comercio y el enriquecimiento. Pero con su carisma, tocan una fibra sensible y es más común proteger a las especies especiales y tenerles lástima que a las vacas, cerdos, pollos, atunes, salmones, etc.

Por ejemplo, está circulando una petición para prohibir un criadero de pulpos en las Islas Canarias. Gracias a la película Lo que el pulpo me enseño, los simples mortales ahora también sabemos lo inteligente, astuto y dulce que puede ser este molusco con tres corazones, cuánto dolor y placer puede sentir y cómo a veces juega con los peces.

Tokkie

Las gallinas (hay sesenta mil millones), sólo salen de las arenas movedizas del anonimato industrial cuando las tenemos como mascotas. En casa, por ejemplo, teníamos dos preciosas gallinas marrones a las que mis sobrinos adoraban. Una murió y la otra, Tokkie, se convirtió en el amor de uno de los sobrinos. Cuando ella también desapareció y murió, se vivió como una gran pérdida. Pero Tokkie fue una de las afortunadas. Se le permitía vagar libremente al aire libre. La mayoría de las gallinas ni siquiera saben que existe.

Una de los principales pilares en el trabajo del Instituto Jane Goodall es la defensa contra la crueldad hacia los animales. A través de mi trabajo voluntario para el JGI, cada vez estoy más expuesta a este tipo de cuestiones en torno a la ética animal, como el ensayo antes mencionado sobre las granjas industriales, y a los enormes esfuerzos que se están haciendo para aliviar el sufrimiento animal en todo el mundo y poner fin a la crueldad contra los animales. Entre otros, la de los chimpancés y otros primates y animales en el comercio ilegal y como animales de experimentación en laboratorios, hasta la petición de devolver todos los cetáceos en delfinarios y tanques al mar. Por ejemplo, algún día espero oír que Yulka y Kylu, las belugas del Oceanografic de Valencia, puedan ser devueltas al mar, igual que Little White y Little Grey fueron devueltas a aguas árticas en un avión especialmente adaptado.

¿Lugar bucólico?

Cuando pensamos en la acogedora palabra "granja", pensamos en granjeros simpáticos con sus rastrillos y sus botas llenas de barro, entre los cerdos y las vacas que conocen por su nombre (también se venden barritas de pescado en cajas con capitanes de barco sonriendo entrañablemente). Parece un lugar bucólico, como una granja escuela, para pasar el día. Pero la mayor parte de la proteína animal de nuestros platos procede de fábricas de animales, que son muy diferentes. Si pasáramos allí un día, nuestras almas altamente sensibles y nuestros corazones mimados sufrirían daños permanentes. Tampoco es de extrañar. Si le preguntamos a Jane en qué piensa cuando piensa en las condiciones de las granjas industriales, su respuesta consiste en tres palabras:

Dolor, miedo, muerte.

Carne de cultivo

En Italia, quieren prohibir la producción de carne de cultivo, aunque podría ser una posible solución para reducir el impacto de la industria cárnica habitual. La liga contra la carne de cultivo está motivada principalmente por intereses y enriquecimiento personales. Pero explican sus motivos como culturales, por la salud y la "relación virtuosa entre la tierra y el hombre". Esa relación hace tiempo que dejó de ser virtuosa, la tierra no les interesa lo más mínimo como se nota en el Golfo de Nápoles donde un volcán de plástico está en erupción, y para la salud pública sería mejor comer menos carne de todos modos.

Animal noble

Si hablamos de los caballos, esos animales de deporte y recreo o símbolos de estatus, no podemos dejar de mencionar a los corceles de los ultrarricos que reciben lujosos tratamientos de los que ellos mismos no sacan ningún provecho, como la supuesta superalimentación, tratamientos de belleza y los viajes en avión, mientras que mucho más caballos y burros están desatendidos. Los sementales más caros se divierten menos que sus primos salvajes. La reproducción es una actuación de alta tecnología y asistida. Semental y yegua ya no se tienen que encontrar y aun menos cortejarse. Una yegua cara nunca tendrá un potro a su lado, sino que es una fábrica viviente de óvulos y embriones destinados a ser implantados en yeguas portadoras, para que ella no tenga que hacer el humilde y arriesgado trabajo de dar a luz, amamantar y mimar.

Estos sementales y yeguas sufren menos dolor físico que una "cabeza de ganado", pero ilustra cómo incluso su dignidad animal se deja de lado en cuanto hay dinero de por medio y cuando el asunto se vuelve industrial.

Comer carne de caballo es tabú porque se considera a estos animales, nobles. Pero eso me parece absurdo. ¿Nobles porque nos parecen bellos y valientes, una imagen ideal del hombre? ¿Cómo de noble es un burro?

A quienes me conocen les parecerá extraño que dude de la nobleza de los caballos, porque me encantan. Pero no se trata de los caballos en sí, que no merecen ni más ni menos respeto, ni sienten ni más ni menos dolor, miedo o la proximidad de la muerte, que cualquier otro animal, sino de que todos los animales deberían ser considerados nobles.

Cerrar el abismo

Vivimos en un mundo loco en el que los pangolines secuestrados, los sementales de primera y las ballenas vendidas realizan vuelos transcontinentales. Un mundo en el que estamos desvinculados del origen de nuestros alimentos, preferimos no saber de dónde vienen, y nos preocupamos sobre todo por el precio y no por el costo ético de esa decisión de consumo. ¿Se podrá reparar alguna vez la desvinculación?

Gracias al trabajo de Jane Goodall, que abarca ya más de seis décadas, los paradigmas están cambiando lentamente.

Y mientras haya compasión, hay esperanza. Como Jane por sus chimpancés, y niños y jóvenes como mi sobrino, por su Tokkie desaparecida.

Todavía me acuerdo de cómo él vagó por el jardín, llamando:

"Tokkie, ¿dónde te escondiste?".

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Sigue con el artículo sobre la supuesta sostenibilidad de la carne de vacuno argentina, y cómo se relacionan la sequía con la ganadería, y con la historia del nitrógeno, que habla de alimentos, guerra y bacterias. Más anécdotas sobre Jane Goodall aquí. O lee sobre los problemas medioambientales del Golfo de Nápoles, uno de los lugares más bellos y sucios del planeta. Uno de los artículos que más me ha gustado escribir es el de la Tierra como planeta acuático, en él volvemos a hablar de las simpáticas belugas y también de otras ballenas que antaño caminaban a cuatro patas. ¡Debían de ser unas bestias grandiosas! Aunque quizás no eran tan grandes. Su tamaño actual es una de las adaptaciones al agua, que también tienen los humanos.

Kathelijne: Como amante de la naturaleza y científica de la Tierra, me intriga cómo interactúan la vida, el aire, el suelo, las rocas, el océano y las sociedades en escalas de tiempo geológicas y humanas.

¿Porqué empecé GondwanaTalks?

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